lecturas de orilla y poza de agua fría

07 septiembre 2024

Es decir: lecturas de verano, estivales, acaloradas, lentas, frescas a ratos (y depende de dónde). Las que yo he leído y las que creo que han sido perfectas para estos meses largos que han sido mi verano. Parece que doy por terminada la época estival siendo aún agosto: nada más lejos de la realidad, pero agosto es un domingo eterno que me hace desear la llegada del otoño a ratos. 

1. Romero recién cortao' de Juan Carlos Panduro (Letraversal). Fui a Teruel justo cuando caían las Perseidas del cielo, aprendí sobre constelaciones y ya encuentro el Cisne (siempre que pienso en él recuerdo aquel fragmento de Bodas de sangre... Cisne redondo en el río, / ojo de las catedrales, / alba fingida en las hojas soy...); cuando vimos las Perseidas estábamos tumbadas en un campo de romero; no era recién cortao', pero el aroma lo envolvía todo.

2. Agua y jabón de Marta D. Riezu (Anagrama). Aún no sé qué pensar, pero que me hiciera dudar tanto me da buena espina. Una reflexión interesante y asequible sobre la estética, la elegancia y la sencillez. A ratos me desafiaba. Creo que solo por eso se merece estar aquí. 

3. Helena o el mar de verano de Julián Ayesta (Acantilado). Lo leí en dos tardes. Fue un aire fresco de amor infantil, de pasión inocente y paisajes hermosos pisados hace muchos años. Me despertó esos sentimientos amorosos sinceros y bellos que se tienen sin pensar.

4. Canto yo y la montaña baila de Irene Solà (Anagrama). Me acompañó a Teruel. Cayó una tormenta y solo pude pensar en el rayo de Domènec. Que las montañas, los ciervos y las trompetas de la muerte hablaran me apasionó. ¿Qué decir que no se haya dicho ya sobre esta novela? 

5. La mala costumbre de Alana S. Portero (Seix Barral). Mi última lectura del verano. Precioso, una nostalgia que, a veces, creo que acompaña a todos los madrileños. Leyéndolo pensé en mis padres, en Moratalaz, en sus infancias y adolescencias, en todo lo que ellos me han contado. También en mi abuela. Narra las vivencias y el crecimiento de una niña trans en ese contexto: desgarrador, esperanzador, sincero. Por ello bastante doloroso.

6. Entorno: Un libro para cocinar con lo que te rodea de Claudia Polo (imago mundi). Me ha acompañado todos estos meses. Haciéndome reflexionar sobre nuestras formas de comer, el patrimonio cultural que constituye la comida, el alimento, la cocina, los olores y sabores; y también sobre nuestras formas de consumir, desde un ojo amable y tranquilizador, que anima a acercarse al mercado y la frutería. Una belleza tierna y cuidada en el detalle. Además, incluye recetas y platos básicos y ricos, que dejan espacio a la creatividad entre los fuegos... Me entra hambre solo de pensarlo.

He leído algún que otro más, pero no fueron elecciones acertadas para el verano, opino hoy. La tiranía de las moscas, de Elaine Vilar Madruga (Barrett), me aterrorizó y asqueó al igual que me fascinó. El ambiente opresivo, sudoroso y apestoso, que la autora genera en el interior de la casa, repleta de moscas hambrientas por una podredumbre moral que inunda a todos los personajes, fue demasiado para leer en pleno julio en Madrid. Aunque, ahora que lo pienso, tal vez ese era el mejor momento...

Finalmente, algunas canciones que tengo en bucle desde junio y me han acompañado tumbada sudorosa y aburrida en mi cama junto a un ventilador, en ningún particular orden:

1. God Gave Me Feet For Dancing - Ezra Collective feat. Yazmin Lacey. El nuevo álbum que sacarán en septiembre promete (Dance, No One's Watching).

2. LA VIDA ES SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO - Nico Miseria, A. Dense

3. Ojalá - Silvio Rodríguez

4. Aunque Es de Noche (Tango) - Enrique Morente. La letra es de un villancico de San Juan de la Cruz llamado Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe, aquel que comienza diciendo: Qué bien sé yo la fonte que mane y corre, aunque es de noche...

5. Salir distinto - Silvia Pérez Cruz feat. Pepe Habichuela, Carmen Linares, Carles Benavent & Diego Carrasco

6. Por Ti v2 - Sen Senra

7. Te Estoy Amando Locamente - Las Grecas. Un clásico que me hace sentirme en una película española de las buenas, de las que te gustan, de las que dices: uf, esto, así, sí.

8. Ivy - Frank Ocean

9. Ahí Ahí - Vicente García

10. 1999 WILDFIRE - BROCKHAMPTON

Y poco más. Los próximos meses se presentan inciertos pero emocionantes. Muchas novedades y, al mismo tiempo, muchos lugares conocidos a los que volver. Quién sabe... Ojalá el cine y el teatro se conviertan en esos lugares este curso. 


algunas inquietudes de hoy

22 agosto 2024

con el riesgo de caer en preocupaciones triviales y superficiales y ya vistas y habladas hasta la saciedad, estrujadas de sus jugos y sus grises y sus matices y contradicciones, esto es lo que me tiene en vilo este verano, entre otras cosas:

  • El carnet de conducir. Supongo que “todo es ponerse” y todo sea por no gastar aún más dinero. Me aficioné a hacer ganchillo y al curso intensivo teórico de YouTube de un agradable hombre pamplonico llamado Igor. Había un aparcamiento en mi ciudad donde todos los jóvenes que ahora se acercan a la treintena aprendieron a conducir antes siquiera de apuntarse a una autoescuela. Hoy, a veces cierran la entrada con bolardos de hormigón. Cuando está abierta, la policía se pasea como si fuese aquello el centro de la ciudad. Ya nadie va a conducir con su padre por allí, ahora se va a hacer otras cosas.
  • Puede que peque de pesadez y repetición, pero pasear por Madrid una noche de verano se siente atemporal, eterno y muy elegante; especialmente si es con chorros de helado cayéndote entre los dedos, rechazando a los relaciones públicas de los pubs y caminando hacia el punto en que debes coger el transporte público (ya no puedes caminar más). Ya has cenado pero sigue siendo de día, no hay madrileños, solo guiris: tú eres más madrileña que nunca. Lo mal que me sienta que haga este calor y no pueda pasear ni a esas horas… no podría describirlo.
  • La incertidumbre del futuro (risas): ¿es mi último verano como mantenida? Mis amigos comienzan a trabajar, yo me pongo fecha límite para hacerlo. Otros defienden esperar hasta que sea inevitable: si somos tan afortunados de no necesitarlo, ¿por qué autoexplotarnos ya? De pronto me recorre un ansia por planear mi futuro: me quiero ir de casa, mantenerme, aspirar a más, salir del cascarón del estudiante, hacer la compra y conducir (ver punto 1). También quiero graduarme definitivamente, estar satisfecha, no dudar de las decisiones que tomo, encaminarme hacia el futuro que deseo con 35 años. Me entra una risilla floja solo de pensarlo. ¿Acaso sé cuál es el futuro que deseo? La incertidumbre recorre las filas de mi grupo de amigos, nadie sabe qué hacer: los rebeldes que decidieron estudiar artes y humanidades se dan de bruces con Esa Realidad. Supongo que continuamos un año más… Aún/Ya es 1 de agosto.
  • Las redes sociales. Pues lo de siempre. Profundizar mucho es rizar el rizo. Ser percibida y autoconsciente, esa es la cuestión. Huir de Twitter y mejor también de Instagram.

Busco “mejores planes para hacer en Madrid en agosto” y veo que hay fiestas populares en el centro. Todos los años lo veo, ningún año las piso. Todo lo que ocurre este mes se siente un tiempo de transición, nada es definitivo, nada es importante, nada es imprescindible. Me gusta que sea el octavo mes y que se me olvide, porque nunca escribo fechas en agosto.

bienvenidas a esta (...)

16 agosto 2024

cuando me planteé volver a escribir, nunca me llegaba la inspiración. me atrevería a decir que, en realidad, ese ser divino que es la Inspiración me abandonó cuando tenía unos catorce años. ahí lo dejé todo: mis blogs literarios, mis posts de instagram largos y reflexivos, los concursos de relatos de mi barrio y las novelas de fantasía que escribía en el ordenador de mis padres. y mis tíos empezaron a preguntarme al tiempo “¿ya no escribes? ¿se te fue la inspiración?” y me prometieron que ya volvería. poco después dejaron de preguntar.

tras esto comencé una carrera a medio camino entre las humanidades y las ciencias sociales, en un terreno de nadie donde el título de “antropóloga” se me queda grande y donde parece que la única salida moralmente correcta es dedicarse a la academia, que es un mundo de grises morales en sí misma. leí muchos textos, discutí sobre qué es la antropología, sobre por qué la antropología, sobre quién en la antropología… y veremos si yo seré una de esas “quién”. el ser humano me ha enseñado tanto que a veces me abruma pensar que lo hemos resumido en cuatro años.

en estos años, seguí leyendo y solo escribí para la universidad. luego me pregunté si mis trabajos serían dignos de publicar en un blog personal, pero ninguno me convenció lo suficiente para hacerlo, y me dio miedo el detector de plagio con el que tanto amenazan. y descubrí a ‘the lumineers’ por una chica que nunca vi en persona pero con la que compartí un grupo de whatsapp de un colectivo feminista de madrid durante unos meses, y que se llamaba igual que yo. llevo muchos meses sin escucharles. últimamente escucho poca música pero mucho ruido. no porque en mi cabeza haya ruido, sino porque ahora escucho mucho los coches, los cláxons, los gritos, las puertas, también el viento, la lluvia, el silencio que no es silencio.

en mi último año de antropología, tomo muchas decisiones sobre a dónde quiero dirigirme. sólo sé esto: amor y literatura. leo mucho sobre la muerte y sobre el amor, leo a autoras españolas que no leí nunca y me gustan y me escuchan, ¿o, en realidad, yo las escucho a ellas? ahora estoy leyendo “entre visillos” y carmen martín gaite es una mujer que me hubiese gustado conocer. también a carmen laforet. y a maría zambrano. carmencarmencarmenmaría.

escribo porque es la única certeza que me ha acompañado siempre, y es reconfortante tener al menos una. aunque la Inspiración se marchó a los catorce, yo siempre he escrito y, a todos los efectos, no he dejado de hacerlo jamás.

bienvenidas a esta, mi casa, donde guiso, planto, leo y escribo.

Desde la ciudad eterna

06 enero 2023

Escribí esto hace unos meses pero no quise publicarlo. Hoy decido compartirlo con vosotras.

Hoy es un día lluvioso y frío en Roma y de pronto me he dado cuenta de que estoy aquí. Solo soy una tía de 20 años, anónima para el mundo, que vive y vivirá durante meses en la llamada città eterna. Que pasará muchos más días lluviosos, de frío, de calor húmeda y asfixiante, como los que ya ha pasado aquí.

Ya he comprado postales para mandarlas a los amores. La familia, las amigas. Me voy a volver a aficionar a leer y a escribir, porque creo que esta ciudad te transforma si sabes por dónde moverte y dónde mirar. Tal vez es también la regla, que me hace ponerme nostálgica y melodramática, pero aprecio de pronto la música en un timbre que antes no lograba escuchar. Y siento que será mi fiel compañera en esta ciudad repleta de Arte. Una de las postales que he comprado es un antiguo cartel de la Tosca, una ópera de Puccini que no he visto ni escuchado, pero que debía comprar. Vivir con una música me da muchas más ganas de retomar el violonchelo cuando regrese de aquí; o, más bien, de pedirle a la Lucía que regrese (que no sé quién será) que vuelva a hacerlo. Confío en ella y confío en que lo hará.

El otro día escribía algo así:

aún no sé cómo me siento respecto a que mi cuerpo esté en roma (y mi alma siga vagando entre gentes y lugares). […] también me abruma pensar en todo lo que se presenta ante mí, no sé si abriendo los brazos o aún alerta, sospechoso, vigilante. pienso mucho en lo que he aprendido sobre mí y sobre el mundo estos días y es que nadie sabe nada. que todos estamos aquí, yendo de un lado para otro y esperando a que pase algo, pero mientras tanto solo caminamos a todas partes o subimos al metro sin billete. […] miramos alrededor y todo nos recuerda a ella [a casa]. camino por la calle y me siento ajena a este lugar, pero ya conozco el camino al supermercado, el giro de la llave y el vecino que toca el saxofón. esta mañana lo hemos visto.

El invierno será nostálgico. Compraré castañas y las asaré mientras me acuerdo de mi madre. Me pondré un abrigo (que aún no sé cuál es) y caminaré por calles oscuras a las cuatro de la tarde, mientras en España aún hace sol que no calienta. Beberé café caliente y (ojalá) chocolate caliente. Y pasaré delante del Coliseo una vez más para ir a cualquier lugar, y diremos en voz alta: ¡Chicas, estamos en el Coliseo!, como si no fuese algo normal en nuestras vidas ahora mismo. Porque no lo es.

Anoche diluviaba en Roma y corrimos a refugiarnos al Panteón. El Panteón nos ofreció su refugio. Y aunque yo bailé bajo la lluvia y me empapé y bebí agua de la fuente, sabía que podía buscar cobijo entre las colosales columnas que permanecían, impasibles, ante mí. Y que han permanecido así durante años, ante miles y millones de personas que no son yo. Que estuvieron cuando yo no había nacido y que no viven cuando yo he estado. Y miro la plaza vacía, los rayos, los truenos inmediatos, las columnas y el templo y pienso en el óculo del techo, y en que el suelo de dentro probablemente se estará mojando. Un día más. De su historia de miles de días. Y pienso en todas esas personas que lo habrán visto antes que yo y en todas las que lo verán o las que lo están viendo ahora mismo, y me digo que nadie, nadie en el mundo más que yo, está ahí en ese instante. Que absolutamente nadie más me está viendo mirar al Panteón una madrugada del 25 de septiembre de 2022. Y me abruma. Me sobrecoge. Me abraza entre sus paredes de mármol y me dice: ven, estás en casa porque tú eres tu casa. La llevas contigo siempre.